Aunque con un poco de retraso, aquí va mi análisis del debate #AlbertVsPablo.
Vamos a ir por partes e intentando ceñirnos a la escenografía y la comunicación, no a los contenidos (opinables).
En primer lugar, si no lo han visto, aquí está el enlace:
http://www.atresplayer.com/television/programas/salvados/temporada-11/capitulo-2-cara-cara-albert-rivera-pablo-iglesias_2015101600412.html
El debate no es un debate, sino un programa de televisión. Es decir, no está constituido como un debate al uso (entre otras cosas porque los debatientes ni siquiera están en el Congreso todavía). Así que, como programa de entretenimiento que es, empieza innovador. Empieza con una furgoneta recogiendo a los protagonistas, que se sientan juntos y solos, sin el moderador, en el asiento trasero. Les acompañan, en otros vehículos hemos de suponer, sus equipos de comunicación. Tres hombres en el caso de Albert Rivera y tres mujeres en el de Pablo Iglesias. Todos de comunicación. Hoy van a lo que van, a comunicar.
En esta parte, lo más relevante, a mi juicio, es la tensión que se ve entre ellos. No se miran, se rehúyen. Como usted y como yo la confianza la empiezan a tener cuando comienzan a hablar de cosas más personales. Aun con todo, a Pablo Iglesias se le nota más relajado en este punto.
Antes de comenzar el debate propiamente, de llegar al lugar de celebración, «improvisan» un paseo. Digo «improvisan» porque el debate duró 45 minutos, pero su grabación duró más de 3 horas según confiesa su moderador. Y reconoce que durante el trayecto más gente va parando a los protagonistas, sin embargo, sólo se ve a un ciudadano en la emisión.
La imagen de ambos es como seguramente sea la suya o la mía hoy mismo. Vaqueros y camisa Albert Rivera, su clásica camisa blanca y vaqueros Pablo Iglesias. Nada de formalismos. Además, para que lo recordemos mejor, nos ponen las imágenes del debate entre Felipe González y José María Aznar en 1993. El primero de la democracia. Las diferencias son más que evidentes: mucho más encorsetados, menos espontáneos (aunque este está editado y se notan los cortes de edición), más formales. Una semejanza es que ambos están organizados por televisiones privadas.
La gran diferencia es el multicanal. Este debate arrasó en las redes sociales. Es decir, no sólo tuvo buena audiencia offline, sino una audiencia genial online -sería un ejercicio interesante ver qué tuitearon las cuentas oficiales durante la emisión, si los tuits estaban preparados, si los retuitearon mucho o si fueron los propios usuarios quienes crearon el contenido o si los equipos tenían preparadas a personas para lanzar los debates online-. Un debate que se consume con el teléfono en la mano, a diferencia de los anteriores, que se consumían con la cena. Es el gran cambio. De hecho, los debates entre Zapatero y Rajoy y Rubalcaba y Rajoy tuvieron 2,5 veces más audiencia que Rivera e Iglesias, pero no tuvieron el tráfico y la repercusión de estos. Un buen ejemplo de transmedia en la comunicación política.
Pero describamos la escena. Kitsch. Es la palabra que quizá mejor define el bar Tío Cuco. Los tonos de los colores, las sillas, las mesas, las botellas de fondo, el palillero y los cafés en el vaso típico. Nada de Ikea ni similares. Tienda de segunda mano. Es evidente que no hay pactos, a diferencia de los debates oficiales en ocasiones anteriores. No está claro quién se sienta donde salvo el presentador. En ocasiones anteriores, se había pactado hasta la altura de las sillas (Aznar era bajito y pedía que no se notase frente a un González mucho más alto). El encuadre inicial sí es tradicional, centrado, con el moderador en el centro, Iglesias a la izquierda de la pantalla y Rivera a la derecha (en otras ocasiones se sorteaba). El bar, a priori, no está cerrado aunque no se ve demasiado movimiento tampoco. Y en la misma mesa (demasiado grande para dos personas) la fuerza simbólica de sillas vacías, quienes rechazaron el debate por diversas razones -PSOE y PP-.
Albert Rivera tiene más protagonismo durante la charla. Interrumpe a Iglesias, está cómodo en el debate, pese a los hombros hacia abajo, se echa en la mesa, ocupa el espacio. Utiliza ítems como «si me toca gobernar mañana», que transmiten confianza, no habla de pactos o apoyos, habla de gobernar, directamente, pese a ser tercera fuerza en las encuestas. Pero viene hacia arriba. Iglesias lo hacía no hace tanto.
Enfrente, Pablo Iglesias sigue enfadado. O cansado. Él mismo lo reconoce durante el trayecto hasta el bar y lo reconoció en entrevistas anteriores. Su entonación es agresiva, de profesor enfadado, harto. Es el llamado «Efecto Pigmalión». El adjetivo para Pablo Iglesias más repetido tras el debate es «cansado». Quizá nadie lo habría pensado si él mismo no lo hubiera verbalizado. ¿Y si no lo han calificado, sino que él mismo se ha calificado? Rivera sonríe más, algo que en cualquier manual encontrarán que une mucho, tira las barreras de los espectadores y, como hemos dicho, se trata de Presidente (como Iglesias cuando estaba fresco).
Es un paso más en la espectacularización de la política. Lo publico como un espectáculo que ha sustituido, obsérvenlo, a los programas de cotilleo (excepto Sálvame, aunque también fue «colonizado» por la política). Falta saber si esta espectacularización traerá consigo mayor nivel del debate público, una ciudadanía mejor formada y más calidad democrática. Por lo pronto, más de cinco millones de personas vieron el domingo el debate, uno de cada cuatro espectadores. No está nada mal.
Lean también:
La prueba del algodón: gazapos, inexactitudes y trampas en el debate entre Pablo Iglesias y Albert Rivera.
http://www.eldiario.es/economia/inexactitudes-Pablo-Iglesias-Albert-Rivera_0_443055965.html
Rivera domina el ritmo del debate ante un Iglesias «cansado»
http://politica.elpais.com/politica/2015/10/19/actualidad/1445246073_928622.html
Los expertos explican por qué Rivera aplastó a Iglesias: solvencia, frescura, seguridad…
http://www.elconfidencial.com/espana/2015-10-20/los-expertos-explican-por-que-rivera-arraso-a-iglesias-solvencia-frescura-seguridad_1065620/