Querer mirar y poder ver. Sobre el lobby.

Ya comenté el otro día que últimamente me dedico a la incidencia política, una forma light de llamar al lobby. Y justo este fin de semana he podido leer en eldiario.es y en elpais.com dos artículos que hacen referencia precisamente a esta labor, a la labor de la influencia, de la representación de intereses.

El lobby es eso, representar los intereses de una organización ante los decisores públicos para intentar haber influido en ellos cuando tengan que tomarla. También la incidencia política, claro. Cuando una empresa, una ONG o una institución necesita tomar una decisión en la que lo que opinen los legisladores es determinante, ha de planificar correctamente su acción.

Esto no es malo en sí mismo. Todos representamos intereses ante las instituciones, sea el Ayuntamiento, las Diputaciones, las CCAA o el Gobierno central. Cada vez que necesitamos que la balanza se incline hacia nuestro lado, planificamos más o menos antes de actuar. Pensamos con quién hay que hablar, qué hay que decirle, por qué la razón la llevamos nosotros y no nuestro vecino con el que estamos enfrentados. Eso es lobby. Y cuando la decisión es si el contenedor va en nuestra puerta o en la de enfrente, es suficiente, pero cuando la decisión es si se incluye más o menos dinero en la partida presupuestaria para políticas de innovación o para políticas de servicios sociales, la cosa se complica. Ya si se trata de defender un interés empresarial socialmente mal considerado, como las nucleares, el tabaco o las emisiones de gases contaminantes, el llamado lobby negro, la complicación es máxima.

Todos lo hacen. Todas las empresas cuyos intereses pasan también por la regulación de su actividad tienen un departamento de relaciones institucionales y asuntos públicos o subcontratan con una empresa externa o ambas cosas. La función de ambos es planificar correctamente la acción para que llegue a buen puerto. Los métodos son variados, lógicamente siempre excluiremos los sobres, los regalos y el dinero negro. Eso es tan delictivo como contaminante para el propio ejercicio del lobby. Y un buen profesional siempre estará en contra de estas prácticas, lógicamente. La clave está en querer mirar y poder ver. Es decir, los ciudadanos han de querer mirar qué pasa con la elaboración de las leyes y han de poder verlo.

Y es que a partir del año que viene la política española va a estar fragmentada como no lo ha estado desde 1977. Es una ventana de oportunidad para, con una buena planificación estratégica, que se puedan conseguir objetivos por parte de las empresas o las organizaciones del Tercer Sector. Es un buen momento para negociar bien, para planificar estratégicamente y para tener éxito.

Enlaces: 

«Los lobbies tratan de influir en los programas con cientos de reuniones»http://politica.elpais.com/politica/2015/11/15/actualidad/1447620615_257833.html

«Así redacta un lobby una enmienda a un eurodiputado para rebajar las exigencias contra la contaminación». http://www.eldiario.es/economia/enmienda-eurodiputado-rebajar-exigencias-contaminacion_0_451805129.html

«MAS Consulting Trends. El futuro del lobby en España: nuevas tendencias en public affairs». http://es.scribd.com/doc/261002223/MAS-Consulting-Trends-Futuro-del-lobby-en-Espana-Nuevas-tendencias-en-public-affairs

Lo que falta en #NosUnePedro

Suele pasar. Cada campaña, se recurre al apoyo de personas del mundo de la cultura por parte de los partidos y los candidatos. Es un recurso de comunicación política tradicional. En 1996, Felipe González ya obtuvo apoyo de numerosas personalidades. La Plataforma de Apoyo a Zapatero fue un ejemplo, hasta el punto de que Zapatero ganó las elecciones y obtuvo un gran apoyo del mundo de la cultura, aunque luego algunos miembros renegaron de su pertenencia a la plataforma, como Imanol Arias o Joaquín Sabina.

Por eso, como decimos, hasta ahora había sido una acción potente de campaña, una acción que garantizaba reputación y horas de televisión. Sin embargo, pese a que la televisión sigue siendo el medio más interesante para las campañas, ya que sigue siendo el medio con más consumo, no se puede obviar que una campaña del año 2015 no es como la de 2008 o 2011 y menos como la de 1993. Hoy hay otro medio creciente y con ansias de monopolio, Internet. Obviarlo y recurrir a una base de personas de la cultura (a muchos de los cuales respeto profundamente, como Forges) como la de 2008, incluso a un formato similar a la Plataforma de Apoyo a Zapatero, convierte la acción en una más, no en LA acción.

Podría haber sido un punto a favor del Partido Socialista incluir entre los referentes firmantes personas relevantes de la red, como YouTubers o blogueros de referencia. Para bien o para mal son o empiezan a ser referentes de una generación ajena a la política, pero que vota al fin y al cabo y que, por cierto, el PSOE tiene perdida. Aunque quizá se trate de eso. De amarrar bien, recurriendo a sus referentes, a las personas tradicionales votantes del partido que hoy tienen en duda su voto o que incluso lo retiraron en 2011. Por eso, tradicionales del PSOE como Álvaro de Luna o Xavier Sardá vuelven a apoyar a su partido en esta ocasión. La pregunta sería: ¿son referentes de los públicos nacidos más tarde de 1995? Lo dudo, sinceramente. Por eso, si no son referentes, su apoyo es loable, pero electoralmente poco rentable.

Veremos qué hacen ahora los nuevos partidos. Qué personalidades apoyan a Ciudadanos (cuyo líder ayer aparecía con Los Morancos) y qué personalidades a Podemos. El PP lo tiene difícil, la verdad, después de declaraciones como esta: http://www.elmundo.es/elmundo/2013/02/19/espana/1361290564.html. Habría que ver quiénes son los nuevos referentes culturales, políticos o de cualquier otro tipo e intentar acercarse a ellos. De momento, que yo sepa ninguno estuvo en el aniversario de YouTube. Y, por cierto, Obama ya lo sabe (y lo usa).

La misma acción exitosa en anteriores elecciones no tiene por qué serlo ahora. Por eso, de ser un golpe de efecto ha pasado a ser una acción más de precampaña.

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