Comunicación política y democracia

Una de las últimas asignaturas que hice en la carrera fue Comunicación Política. Era optativa, el profesor iba poco a clase y yo menos. Así que en septiembre fui a examen. La pregunta era: ¿qué puede aportar la comunicación política a la democracia?

Hoy sé que debí suspender.

Debí suspender porque no hablé de transparencia, no hablé de Gobierno Abierto. Debí suspender porque no hablé de que hacer comunicación política es más que hacer campañas electorales, es contar a la ciudadanía lo que se hace y escuchar sus opiniones, previas y posteriores. Al menos así es como la entiendo yo.

La comunicación política ha de contribuir a mejorar la relación entre ciudadanía e instituciones. Es imprescindible que quienes se dedican a la política, más quienes «hacen» leyes, mantengan un diálogo con la ciudadanía. Necesitan hacer permeables las instituciones a lo que los ciudadanos tengan que aportar. No tiene sentido que solo grandes corporaciones capaces de financiar un estudio que les favorece o una empresa de lobby tengan acceso directo a ellos. También la ciudadanía y las organizaciones ciudadanas tienen que tener acceso directo.

Por eso, es fundamental que los ciudadanos sepan quién está haciendo qué y en qué momento se abrirán los cauces de participación, es decir, las enmiendas al texto tramitado. Para ello, es imprescindible también saber a quién hay que elevar nuestra peticiones. Así, no tiene demasiado sentido pedir a un alcalde que haga una ley sobre etiquetado de los alimentos. Saber qué competencias tienen las instituciones es fundamental para ser efectivos a la hora de tocar a las puertas adecuadas.

Ahí es donde la comunicación política ha de estar presente, en el diálogo permanente. Esa es la mejor aportación que la comunicación política y las nuevas tecnologías aplicadas a  ella pueden hacer por la democracia. Sin duda que los ciudadanos tomen un poco más el control es fundamental. Por eso debí suspender el examen aquel, porque no puse esto, y por eso llevo desde entonces intentando aprobarlo día a día.

Comunicación ausente (II)

Comunicación ausente (II)

Ayer describía la comunicación del Gobierno desde que llegó a Moncloa como «ausente» y la relacionaba con una estrategia para ganar tiempo sin que el Gobierno se vea desgastado, sino que ese desgaste sea asumido por las siglas del propio Partido Popular, lo que tal vez pueda hacer pensar a algunos ciudadanos que votando PP, pese a los recortes en el gasto público, el Gobierno sí es efectivo.

Pues bien, este artículo publicado en El Diario suscribe la teoría de una estrategia de comunicación ausente, que pretende ser comunicación pero no pretende comunicar, sino poder decir «lo dije, es que nadie me escuchó». Por ello, el Gobierno comparece preferentemente en sábado, cuando la audiencia televisiva disminuye (no obstante, la televisión sigue siendo el principal medio de comunicación, pese a la presencia de Internet y las redes sociales). A lo que hemos de sumar la decisión que últimamente han tomado los portavoces de los dos partidos mayoritarios de no aceptar preguntas en sus comparecencias y limitarse a un comunicado leído. (Rajoy llevó al extremo esta práctica cuando compareció en una sala distinta de los periodistas en la sede de su partido para no someterse a sus preguntas ni dar la imagen de que no lo hacía).

La comunicación política debería ser la forma del Gobierno de hacer partícipe a la ciudadanía de las políticas públicas de forma integral, desde la decisión hasta su evaluación posterior. Ante las decisiones difíciles o impopulares no cabe más que dar la cara, salir ante los medios y someterse a las preguntas que estos estimen necesarias, Un gobernante que se precie no puede permitirse estar bajo la sospecha de una actuación irresponsable, por lo que habrá de gestionar sus comparecencias públicas como mejor estime, pero siempre sin perder de vista que lo irrenunciable es comparecer. Ya discutiremos dónde y el cuándo han de estimarlo ellos, valorando los efectos de una anticipación o un retraso en salir a la escena pública.

Campaña y redes sociales

Muchos de nosotros estamos permanentemente conectados con el mundo mediante un smartphone, por lo que no perdemos de vista redes sociales y medios de comunicación mientras vamos en metro, autobús o caminando, puesto que un fenómeno que merecería entrada aparte es que tal vez a muchos de nosotros (entre quienes me incluyo) se nos ha «olvidado» estar solos. Sin embargo, tomar como palabra de Ley las tendencias de Twitter o los hastags para hacer de ahí una tendencia de la opinión general de la ciudadanía es, a mi juicio, exagerado. 

Y es que las empresas y, por extensión, las instituciones utilizan trucos y técnicas para «cocinar» un trending topic, por lo que siempre cabe preguntarse si esa palabra o esa frase más pronunciada en la red no será fruto de la perversa mente de un publicista o un community manager. 

Además, las estadísticas de acceso a redes sociales como Tuenti, Twitter o Facebook, a pesar de ser las más utilizadas, responden a un perfil de usuario concreto cada una de ellas y no tienen tantos usuarios como pudiera pensarse y es conveniente tener presente quiénes están y dónde (a modo de ejemplo, más del 70% de tuiteros está en Madrid y Barcelona).

Por ello, una campaña electoral en redes sociales ha de ser el complemento a una campaña en redes «tradicionales». Soy consciente de que las redes sociales están de moda y seguramente su crecimiento e influencia va in crescendo puesto que incluso la televisión ha empezado a ocupar sus contenidos basándose en lo sucedido en ellas, pero esta importancia es necesario relativizarla y hacer un estudio más profundo de la realidad de cada territorio antes de hacer un desembarco en ellas con la intención de ganar unas elecciones. 

Lo que hemos de hacer antes de empezar sería analizar el perfil de los votantes a los que hemos de llegar, estudiar sus características objetivas (edad, sexo o nivel de formación) para determinar en qué redes sociales pueden encontrarse activos o si, por el contrario, no nos merece la pena hacer una fuerte inversión en la red puesto que nuestro target no está en esos medios. 

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Y es que investigar en política lo es casi todo. Investigar dónde están, quiénes están, cómo están nuestros votantes es una labor imprescindible e irrenunciable que hemos de realizar si queremos ser efectivos y dar pocos golpes en el clavo adecuado para hacer llegar nuestros mensajes de la forma más precisa posible. 

 

Comunicación ausente

Desde que llegó al Gobierno en 2011, la política de comunicación de Mariano Rajoy puede calificarse como ausente, no ha existido.

Quizá fuera sea la opción del equipo de Rajoy, más concretamente de su Secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez de Castro, consciente de las decisiones que iba a tomar en el futuro que hoy es presente, pero a mi juicio no la más adecuada. Aunque tal vez sigue el hilo del mensaje ya trazado tras las elecciones de 2008, cuando al empezar la crisis la «culpa» de todos los despidos en España era de Moncloa y Zapatero el único culpable. Tal vez, la intención del equipo de Rajoy fuese la de separar tanto como pudieran las decisiones polémicas de la imagen del Presidente, de forma que cuando la recuperación empezase la imagen de este fuese la que capitalizara dicha recuperación.

Aun así, esconder al Presidente del Gobierno en una situación como la que vivimos actualmente no es lo más conveniente. Más si este hace cosas como escapar de los periodistas en la misma cara de estos (como hizo en el Senado). Y desde luego el caso Bárcenas y los apuntes contables que implican a Rajoy en cobros en dinero no declarado a Hacienda, tampoco ayudan mucho.

Por eso, no recomendaría una estrategia de ocultación al Gobierno en este momento. En momentos de crisis no tengo muy claro que la opción del silencio o el lío de todo sea efectiva. Más bien hubiera optado por una explicación detallada, en una comparecencia solemne del Presidente, formal y con Moncloa como escenario. Tal vez así, los ciudadanos percibiesen que el Gobierno responde y con ello pudiera recuperar un poco la confianza necesaria en la política y en quienes se dedican a ello.